HOMSHUK
Una noche, en el bosque tropical, la madre miró con tristeza a su hijo recién nacido: Ella sentía la muerte cerca y temía por la supervivencia de su bebé. Los dioses al ver que la vida escapaba de la joven madre, protegieron al bebé envolviéndolo en hojas secas, y al poco tiempo se convirtió en una especie de huevo. Una anciana que era caníbal, pues algunas veces escaseaba el alimento, lo encontró y lo llevó a su choza, donde el huevo se abrió. El niño que nació, Homshuk, era de piel blanca, como masa de maíz, y sus pelitos eran dorados, como el del maíz tierno.
Conforme iba creciendo, las mojarras del río se burlaban de la apariencia de Homshuk: “Elote, blanco elotito, piel pálida y pelo rojito. Elote, blanco elotito, tú naciste de un huevito”. Y aunque el chico sabía que podía echar una red y sacar a los peces burlones del agua y comérselos, sólo les sonreía y seguía su camino. Un día de sequia, presintiendo que la anciana se lo podria comer, a pesar de que siempre le ayudaba en las arduas labores del campo, Homshuk se fue de casa.
El muchacho caminó hasta llegar a la orilla del mar, que en realidad era la entrada al Reino de los Rayos o Inframundo.
En la playa se puso a cantar una canción, su melodía despertó al Rayo Mayor o Huracán, quien lo mandó encarcelar.
Astuto y generoso, Homshuk se dio cuenta de que podía retar al dios a una serie de desafíos, no sólo para obtener su libertad, sino también para asegurar que la anciana y los moradores de la zona siempre tuvieran alimento.
Unas vez derrotado, Huracán, además de liberar al preso, brindó agua puntualmente cada temporada para el riego de las milpas.
Por ello, Homshuk se convirtió en el Señor del Maíz de los olmecas y garantizó que el hombre tuviera en sus cultivos mazorcas fuertes y llenas de granos, para alimentarse sanamente y crecer en la prosperidad.
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