LA HIJA DEL MAIZ
Yuawime era la hija de la diosa Otwanaka, “Madre Maíz” y del “Dueño del Maíz”, el dios Komalame.
Cuando la niña diosa creció, fue dada en matrimonio a un hombre, Watakame, para que juntos compartieran el grano con su pueblo. Las deidades pusieron dos condiciones para la boda: el joven debía tratar a su esposa como su igual, y permitiría que la acompañara siempre su águila protectora.
Ya en su hogar, la pareja se dividió las tareas. Watakame preparaba la tierra para el cultivo, mientras su esposa trabajaba en casa. Una mañana, la suegra pidió a la joven moler granos de maíz en el metate. Al hacerlo, las manos de Yuawime le empezaron a doler, ya que sin querer se molía a sí misma.
Watakame oyó el llanto de su mujer y corrió a verla, pero sólo alcanzó a ver al águila que emprendía el vuelo con su mujer a cuestas, provocando tal tolvanera con sus enormes alas que destruyó la milpa.
Desconsolado, el hombre fue con los dioses para rogarles por una nueva oportunidad. Yuawime pidió a sus padres que le permitieran ayudarlo a sembrar el maíz.
Otwanaka aceptó y ordenó a los animales-personas, el cuervo, la rata, el perico y el tejón, que auxiliaran al muchacho en su labor, pero les ganó la gula y se comieron el grano. La “Madre Maíz”, enfadada, los castigó quitándoles su humanidad y pidió al águila que mantuviera alejados a los ladrones de semillas. Al final, el maizal de Watakame produjo buenas mazorcas, y con ese maíz hicieron las primeras tortillas. Al comerlas, Yuawime dejó su condición divina, pudo moler maíz sin lastimarse y decidió quedarse al lado de su esposo para formar una familia.
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